
CON TUS MIEDOS, A TOMAR UN CAFÉ
CON TUS MIEDOS, A TOMAR UN CAFÉ
Hace poquitos días, en la previa de la fecha 3 del Rugby Championship que enfrentaba a Nueva Zelanda contra Sudáfrica, 1 y 2 del ránking mundial, el Head coach de los All Blacks, Scott Robertson, habló acerca del peso de la presión de liderar este equipo y declaró:
“Eso es natural porque la historia y las estadísticas lo demuestran, pero también hay mucho poder en el miedo: prepara a tu cuerpo para la supervivencia; es lo más humano que puedes hacer; estás acá para proteger algo. Así que sí, claro que hay un poco de miedo y eso es parte del ser humano. Siempre hay presión, es parte del trabajo, el rol y la responsabilidad, hay mucho poder en esa presión”.
El bueno de Scott nos allana el camino para explicar la naturaleza adaptativa de una de las emociones más “indeseadas” en el deporte, el miedo. Hoy vamos a hablar de él, o, mejor dicho, de ellos, porque nunca existe un solo miedo.
Las emociones son como tu sombra, siempre te acompañan, vayas a donde vayas, quieras o no. Me gusta decir que las emociones no se eligen, sino que se sienten. Tenemos que aprender a conocerlas, porque siempre tienen un mensaje. Son un mensaje en sí mismas. Conocer el modo particular en el que se presentan en cada uno de nosotros es importante, porque no podemos elegir las emociones que vayamos a sentir, pero sí las podemos regular, y esto, en el deporte, es muy importante. El miedo, como emoción básica y primaria, nos da aviso de un peligro inminente, y nos avisa que tenemos que generar una respuesta inmediata para combatir eso que amenaza nuestra integridad. A partir de ahí, se desencadena en nosotros una reacción que incluyen cositas internas que no controlamos (¡Amígdala Rules!), como las endorfinas que se liberan en nuestro interior, como así también cosas que pensamos y cosas que hacemos. Todo a la vez, todo relacionado y condicionado entre sí. El miedo nunca es placentero, todo lo contrario, motivo por el cual se ha ganado la mala fama de “emoción negativa”. Considerarla así es un error, porque, aunque displacentera, es necesaria. En el deporte, no es algo que querramos, pero como dije antes, no podemos elegir que esté o no. Inevitablemente va a aparecer, y lo mejor que podemos hacer es gestionarlo de tal manera que no afecte negativamente a nuestro rendimiento, sino, como dice Scott Robertson, utilizarlo como una fuente de poder.
¿Cómo puede ser poderoso el miedo? Nuestra especie está preparada para reaccionar de dos modos básicos frente al peligro: la lucha o la huida. Vamos a luchar para proteger eso que no queremos perder o para protegernos nosotros mismos. Vamos a generar estrategias para alejarnos de eso que nos puede dañar. En estas dos reacciones básicas vamos a generar y usar mucha energía, vamos a concentrar nuestra atención en encontrar y ejecutar soluciones y vamos a estar más alertas. ¿Qué te parece si todo esto lo podemos usar a nuestro favor en el deporte? Suena bien, siempre y cuando el miedo no sea tan grande que me bloquee. No nos vamos a detener acá, pero incluso el bloqueo es una estrategia de supervivencia (por ejemplo, quedarse totalmente inmóvil para que nadie que me aceche me descubra), aunque para el deporte mucho no nos va a servir, salvo cuando por algún fuerte estímulo o señal de alarma como puede ser un fuerte dolor, decida quedarme quieto para no agravar una lesión o generar un mal mayor. Volvamos, como no queremos que el miedo nos bloquee, vamos a intentar utilizar esa energía a nuestro favor. Si intentamos, en cambio, eliminar el miedo, lo haremos más fuerte. El miedo nos recuerda estar vivos, nos recuerda que hay algo que no queremos que ocurra que puede llegar a ocurrir. Llamamos a esto “incertidumbre”. La incertidumbre es inherente al deporte, de hecho, es uno de los aspectos que lo hace atractivo. Claro, es más atractiva esa incertidumbre cuando soy espectador. Cuando estoy adentro de la cancha y la incertidumbre me acecha, me amenaza, no es tan lindo. Sin embargo, en la aceptación de esa emoción como parte fundamental del deporte, está la belleza y está la fuerza. Un claro ejemplo es el miedo a que me empaten un partido que mi equipo va ganando 1 a 0 y restan sólo un par de minutos para concluir. O el miedo a fallar en la ejecución de una jugada fija en un momento caliente del partido. Esos miedos son inevitables. Saber que son imposibles de evitar es sentar a mis miedos en mi mesa a tomar un café. Aceptar que ahí están, no magnificarlos, conocerlos e intentar mantenerlos a raya siendo yo quien domina la escena, es una fuerza poderosísima que puede potenciar mi rendimiento. Por un lado, porque concentra nuestra atención en el aquí y el ahora, pasamos a la acción, pasamos a desafiar a ese discurso limitante que el miedo intenta vendernos (para quienes vieron la peli animada “Luca” recordarán el “Silencio Bruno”). Por el otro, y gracias a estar en ese “aquí y ahora”, porque esa energía que brota de esta emoción puede ser reconducida hacia los mecanismos que nos pueden llevar al logro de nuestros objetivos: ejecutar con precisión, resolver con asertividad, defender lo nuestro, tolerar lo displacentero con mayor margen.
Perder es una posibilidad. Errar es una posibilidad. Lesionarse es una posibilidad. Es normal, esperable y hasta deseable que no deseemos estas cosas. Pero también es necesario convivir de un modo casi cotidiano, habitual, con estas posibilidades, porque son parte del deporte. No deseamos perder, por lo cual trabajamos para ganar. No deseamos errar, por lo cual trabajamos para acertar. No deseamos lesionarnos, por lo cual trabajamos para fortalecer nuestro cuerpo y prevenirnos de lastimarnos. Los errores son parte de los procesos, la derrota no existiría sin la victoria y las lesiones son inherentes a cualquier deporte. Estos son algunos de los miedos más frecuentes en el deporte. Sentar a estos miedos a tu mesa e invitarlos un café significa, contrariamente a lo que puede parecer, darles menos protagonismo. No vendamos que vamos a disfrutar de perder, errar o lesionarnos, porque nunca sería posible. Lo que sí podemos, y considero que debemos promover, es un disfrute y una mayor conciencia de los avances, logros, aciertos, victorias, como así también de un cuerpo sano. Esa conciencia y esa valoración me llevará a querer replicar este estado, aumentarlo, desde un lugar de deseo, de anhelo. Es un desafío. Elegir poner la lupa sobre lo que vamos logrando, sobre lo que sí (con tilde) y no sobre lo que no deseo que ocurra. Lo que no deseo que ocurra está ahí, siempre, lo quiera o no, pero yo puedo elegir si hacerlo protagonista o no. Y puedo trabajar para ello, puedo poner mis energías en función de lograr aquello que deseo, activamente. Como deportista tenés que conocer tus miedos. Tenés que saber cómo reaccionás generalmente ante ellos, cómo sos cuando tenés miedo. Sentalos a tu mesa, invitalos vos un cafecito y escuchalos. Que ellos no dominen la escena. Hablales, conocelos, no los evites. Eso sí, no los dejes crecer mucho. Cuando vos quieras, pagá la cuenta e invitalos a irse, o al menos, si se quedan, que lo hagan sin hacer mucho ruido.
Martín Laschiaza
Psicólogo especializado en Deportes – MP 1546