
PSICOLOGÍA Y HOCKEY
PSICOLOGÍA Y HOCKEY
Les doy la bienvenida a este nuevo espacio en la revista. Voy a intentar compartirles en estas columnas de Psicología del Deporte distintas miradas, conocimientos y reflexiones que nos ayuden a ver, jugar o interpretar el hockey que amamos de un modo más nutrido.
Síganme en el juego: vayamos con la imaginación, en principio, a cualquier escena de cualquier partido. Cada situación de juego nos pone frente a un desafío, un problema a resolver. Muchos de ellos los consideramos totalmente simples y ni llegamos a reparar en que eso me está demandando un esfuerzo, por lo cual podríamos decir que “naturalizamos” su resolución. Por ejemplo, ningún/a jugador/a de hockey con una mínima experiencia considera un desafío realizar un movimiento con sus manos para cambiar la empuñadura mientras realiza un dribbling. Lo hacemos de manera automática, lo naturalizamos, pero no deja de ser una demanda que exige una resolución técnica que la cumplimos de manera sencilla. La cosa cambia cuando los desafíos a resolver nos resultan más complejos. En este punto, la dimensión subjetiva debe ser mencionada, es decir, lo que es complejo para mí puede no serlo para otro/a jugador/a, y viceversa. Pero lo importante para el tema que vamos a abordar es el desafío, lo que me ponga frente a una dificultad, a algo que debo resolver, sin entender “dificultad” como algo negativo, sino lo que puede ser simplemente una exigencia del partido. Pensémoslo así: una exigencia, una dificultad, genera un desequilibrio o un potencial desequilibrio que debe ser resuelto. Esta exigencia “activa” mis sistemas de respuesta. Básicamente estamos definiendo al “estrés”, y la exigencia,
en esta ecuación, es el evento estresor. Ahora bien, ¿siempre los estresores logran su propósito de desestabilizarnos? Sí y no. Si fuera así, hablaríamos de un estado de extrema vulnerabilidad y sería insoportable vivir o enfrentarse a cualquier desafío. Nos volvemos menos vulnerables preparándonos, ampliando nuestra caja de herramientas y nuestra capacidad de dar respuesta. Entonces, si el estresor es, por ejemplo, un partido jugándose en una condición climática de calor extremo que amenaza nuestro equilibrio físico, deberé protegerme con una correcta hidratación, una adecuada preparación física para evitar la fatiga y una inteligente administración de mi energía corporal. Me preparo para hacerle frente al calor y elaboro una estrategia para resolver del mejor modo el desafío al cual me enfrento.
Existen en un partido numerosas situaciones que nos ponen frente a un desafío a resolver, eso hace a la dinámica del juego y probablemente radique allí gran parte de nuestro disfrute al ver o jugar este hermoso deporte. No sólo lo externo produce desafíos a resolver, sino también, lo interno. Cada jugador/a tiene una manera propia para enfrentarse a los estresores, características individuales que forman parte de su personalidad. Así, existen distintos “estilos de afrontamiento”. Cuando un escenario me enfrenta a un desafío, mis estrategias de afrontamiento son aquellas estrategias cognitivas, conductuales y fisiológicas que voy a utilizar para hacerle frente a la exigencia, de la manera más eficaz posible. No sólo implica resolver en la práctica el desafío sino también gestionar correctamente mis emociones. Mis modos de afrontar las situaciones van a ir dándole lugar a un “estilo de afrontamiento”. Es deseable, y por lo tanto debiera ser un objetivo a perseguir por todo/a jugador/a, desarrollar estilos de afrontamiento eficaces. Pongamos un ejemplo de situación:
Partido empatado, faltan pocos minutos para terminar el partido y cometo un error torpe en defensa que deriva en un corner corto para el equipo rival. Este es un momento de mucha tensión competitiva. Mi error puede costarle el partido a mi equipo. Sin embargo, tengo que defender el corner, y si desarrollé un estilo de afrontamiento eficaz voy a redirigir mi atención hacia lo que sigue. No me voy a quedar “enganchado” ni paralizado por la presión, como así tampoco me voy a detener mucho tiempo en el enojo o en la frustración por mi error, sino que voy a enfocarme en la tarea siguiente que es cumplir mi rol en la defensa del corner. Lo importante no es lo que pasó, sino, lo que sigue. Regularse emocionalmente, recuperar la calma y enfocarme en la acción presente será vital para poder desempeñarme bien en lo que sigue.
Esto es un desafío. Esto es una exigencia y esto, por lo tanto, debe trabajarse, como un músculo más. Un abordaje poco eficaz hubiera sido permitir que la emoción me “inunde”, ahogarme en la frustración o el enojo y bloquearme, dejarme dominar por ese estado y quedar expuesto a reaccionar producto de ese enojo, contra un compañero, un rival o el árbitro.
Lo cierto es que una combinación de situaciones estresantes con un estilo de afrontamiento poco eficaz puede ser un combo muy perjudicial para cualquier persona, sin quedar exento el deportista en situación de estrés competitivo. Cuando hablamos de un estilo de afrontamiento poco eficaz hacemos referencia al pesimismo, la falta de respuestas asertivas, la represión emocional, la desesperanza y el desvalimiento, entre otras características. Entonces, una situación que nos expone al estrés junto con una mala estrategia de afrontamiento puede ser, por ejemplo, causal de errores de ejecución, de malas decisiones o de lesiones musculares. También puede verse afectada mi confianza y ello traducirse en una baja en mi rendimiento y en mi motivación.
Afrontar correctamente no es sólo resolver sino también gestionar bien las emociones, de un modo balanceado y dentro de los márgenes de lo que consideramos saludable. Una lesión, por ejemplo, es en sí misma una situación estresante para un deportista. Puede ser el agente causal de un estado emocional difícil de gestionar, en el cual se incluyan el miedo, la ansiedad, la incertidumbre, la frustración, entre otros. A su vez, este estado, si no se gestiona bien, va a retroalimentar negativamente el modo de afrontar la recuperación de dicha lesión. El efecto sinérgico entre estos factores culmina exponiéndonos a un daño mayor que el inicial.
Dejamos planteados estos temas para que podamos evaluar la importancia que tendrán nuestros modos de afrontar aquellas situaciones que ponen en riesgo nuestra estabilidad, ya sea en una situación propia del deporte como así también en nuestra vida cotidiana. Desarrollar y cultivar modos de afrontamiento saludables nos permitirán lidiar con los estresores de un modo más asertivo y saludable. Lo que resulta 100% seguro es que nadie escapa a situaciones que amenazan nuestra estabilidad. Nuestro equilibrio está siendo permanentemente amenazado. En el hockey, los desequilibrios y los desafíos a resolver son constantes, y hacen al deporte. El modo que tengamos de enfrentarlos y nuestra eficacia en ello seguramente nos diferenciará como deportistas.
Martín Laschiaza
Psicólogo especializado en Deportes – MP 1546